viernes, 15 de mayo de 2009

DISGRESIÓN I: EMPECÉ ANTES DE VOLVER

.... y no terminé...

SUEÑOS


Cuando me desperté, me encontraba conduciendo un automóvil a 250 kilómetros por hora, a través de una carretera que jamás había visto en mi vida. A los lados del camino, frondosos y enormes árboles rojizos, con notorias señas de color blanco pintadas en forma transversal en toda la circunferencia de sus troncos. Estaba viajando a una velocidad tal, que cualquier distracción me hubiera hecho perder el control del volante, así que decidí mantener mi mirada al frente, sin entretenerme en nada extraño una sola milésima. Anduve así, sin sentido ni razón, sin pensamiento firme ni inspiración. Al cabo de dos segundos agónicos, terminé estrellado contra una pared de pasto, levantada por prodigiosos niños hipnotizados por un maléfico brujo urbano, escondido por entre las alcantarillas. Logré incorporarme, salir del artefacto y andar unos cuantos metros, antes de percatarme de mi cansancio. Me detuve, me eché sobre el césped sin dudar un solo instante. Miré hacia el cielo luminoso; el sol en el centro, potente e incontenible, pero a su lados, millones de estrellas rojas lo acompañaban. El fondo no era azul ni celeste, sino completamente gris y sin nubes. Era una sábana oscura repleta de pequeños puntos rojos y que culminada en el centro con una enorme e hirviente esfera anaranjada. No quise seguir contemplando aquellas imágenes pavorosas, que incendiaban mi espíritu. Me levanté, regresé hasta el automóvil y traté de encenderlo, pero me fue imposible. De repente, de la nada, apareció una mujer que también parecía perdida, pero que estaba completamente desnuda. No pude mirarla como hubiera querido, pues una tremenda luz que venía desde sus espaldas me encegueció. Cuando volví a abrir los ojos, me encontraba en medio de la oscuridad de mi habitación, mirando a un techo lleno de incertidumbres.


Fini finito final


IO