domingo, 4 de mayo de 2008

EL QUINTO MES DE HACE 40 AÑOS



Quizá la imaginación sea uno de los dones más preciados de la humanidad; quizá sea la facultad mental más ilimitada de todas las que, con cierta sorna, solemos presumir. Resulta por lo demás bastante curioso, aunque no sorpresivo ni inexplicable, que conforme pasan los años y la edad empieza a dejar sus huellas en el cuerpo, pero más específicamente y mucho más lamentablemente, en el espíritu, la imaginación comienza a desaparecer y da paso a un permanente conformismo letárgico, inundado de desesperanza, satisfacción autosugestionada y seguridad de ficción, que encamina las mentes y las almas humanas hacia la postración y el inmovilismo.


Recuerdo una frase, aunque no a quien pertenece, de un tenor más o menos así: nuestros sueños, en la juventud, son montañas desde las que miramos; y en nuestra vejez, cuevas en las que nos escondemos. Quizá no sea por las consecuencias biológicas del paso del tiempo, sino más bien por los factores externos, sociales y/o culturales, que afectan nuestros cerebros y, sobretodo, nuestra forma de ver la vida. Hay que decirlo, en general, es una sociedad frustrante, en la cual o te dejas llevar y te "acoplas" haciéndote de la "vista gorda", o pasas continuamente deprimido y con una profunda pero a la vez recalcitrante sensación de soledad. Un equilibrio, al estilo del virtuosismo platónico, probablemente sería un camino alternativo, pero en realidad siempre conducirá más bien al lado del aletargamiento, pues lo contrario implica una constante lucha interna con consecuencias impredecibles.


Sin embargo, es (debería ser) propio de la juventud cuestionar; por eso es bastante deprimente encontrarse, hoy en día, con "colegas jóvenes" aletargados o absolutamente imbuidos en un modo de vida absolutamente encasillado en el paradigma de inmovilidad propio de estas épocas. En el otro extremo, quizá, estan aquellos que consideran sus acciones sujetas al principio de la rebeldía o de lo "diferente" o "diverso". Con pesimismo, o más bien con realismo, cabría decir que la sociedad también ha funcionado en ese sentido, creando "sub-culturas" o "sub-grupos" que, si bien pretenden actuar a título de revolución, no hacen más que aportar con una pieza clave y bastante disimulada, en el engranaje de este sistema. Al final, no se hace nada.




El disgusto por mi propia forma de no intervenir, en mi situación de desesperación por no tener la suficiente visión, agallas o como quiera llamárselo para actuar, encuentra más desazón en el desencuentro continuo con manifestaciones aberrantes del funcionamiento de este sistema francamente perverso. En esos momentos de oscuridad, en que complementando a Sábato no solo me encuentro en mi propio túnel, sino en una caverna con notas acompasadas por el griterio silencioso de los que me rodean, a tal punto de tener que entonar con rabia contenida y resignación las frases de Cortez, pues solo debo recalcar que vivo en medio de tantos muertos, siendo yo apenas un zombi.


En esos momentos, repito, quizá la llama de aquellos hechos que, más allá de su significación real y quedándonos, quizá, no con su ideologíca bastante difusa o con ciertas ideas más o menos claras a cuya adhesión podría dudarse continuamente, sino con su significado para la juventud. Ese ánimo de cambio, esa necesidad de que se tomen en cuenta otras cuestiones; ese imperativo indispensable de que los jóvenes no somos proyectos de adultos, ni que somos el futuro ya descompuesto por quienes consciente o inconscientemente lo han determinado previamente. Esa juventud que quiere y siente, que está harta de tanto de lo mismo y de tantas reglas inventadas para disciplinarnos hacia una sociedad en la que "para no morir de hambre corremos el riesgo de morirnos de aburrimiento".


Por eso recordamos ese mayo de 1968, más allá de las limitaciones propias de la humanidad; más allá de los aprovechamientos políticos de los infames acaparadores de las ideas; más allá de las dudas y de los cuestionamientos; más allá de la ilusión y de la utopía. Más allá de todo eso, el símbolo de la lucha por un mundo distinto, un mundo regido por aquella máxima "La imaginación al poder". Ese mundo diferente.


Si no se puede hacerlo siempre, al menos, a veces, hay que cerrar los ojos y soñar, como lo hizo Julio Verne al romper los límites y dejar su mente volar; o Einstein cuando rompió los esquemas y cambió la forma de ver el mundo. En fin, dejar a la mente disfrutar, sin maniqueísmos ni dogmas. Si como dijo el Conde de Saint Saud, "la tierra pertenece a sus dueños, pero el paisaje, es de quien sabe apreciarlo", quizá valga decir que muchos se han apropiado de la realidad, pero las ideas son libres, vuelan como aves y nadie nos puede impedir imaginar.
Imágenes tomadas de: http://www.aguaron.net/mayo/68.htm. Acceso: 4 de mayo de 2008