miércoles, 24 de noviembre de 2010

YO APRENDÍ A AYUNAR

Conversaba Siddharta con el comerciante Kamaswami, y aquel le decía en un determinado momento:

"-Yo sé pensar. Yo sé esperar. Yo sé ayunar.
- ¿Eso es todo?
- ¡Creo que eso es todo!
- ¿Y para qué sirve? Por ejemplo, ¿para qué sirve el ayunar?
- Para mucho señor. Cuando un hombre no tiene nada de comer, ayunar es lo más razonable que puede hacer. Por ejemplo, si Siddharta no hubiera aprendido a ayunar, hoy tendría que aceptar cualquier trabajo en tu casa o en cualquier otra parte, pues el hambre le hubiera obligado a ello. Pero, de esta forma, Siddharta puede esperar tranquilamente, no conoce la impaciencia, no conoce la necesidad, puede dejarse sitiar largo tiempo por el hambre y puede reírse de todo. Por esto es bueno ayunar, señor.
- Tienes razón, samana. Espera un momento".

Muy sabias palabras. En efecto, cuando se ha aprendido a ayunar, la impaciencia y la necesidad se diluyen. Cuando la ausencia de lo deseado se hace insoportable, solo resta aprender a ayunar. Si lo aprendí durante tantos años, no tendré impaciencia ni dolor en seguir así si es necesario, y podré reírme de todo si llega a hacerme falta.

He dicho.