sábado, 6 de septiembre de 2008

No quise conocerte, pero era mentira

-Señor, le voy a contar lo sucedido, pero le ruego que no me interrumpa, por favor, quiero que me escuche con toda la atención posible y, de ser posible, entendiendo los mensajes ocultos entre líneas … sabrá usted que tengo yo una manera muy particular de hablar, de conversar, o en todo caso, de tratar o de referirme a estos temas.
-Lo escucharé, pierda cuidado, no soy periodista o cronista, así que cuénteme su historia, y a final de cuentas, lo que usted me cuente quizá me sirva para construir ese personaje que tanto he anhelado en los últimos siete meses, ocho semanas y … tres días, para mi novela … que parece que nunca acabaré; pero adelante, comience pues con su historia.
-Mi historia, o mi no-historia, porque es tan desventurada o, mejor dicho, algo tan peculiar que quizá no merezca empezar con esa majestuosa H … por eso pienso que el inglés tiene más recursos cuando se puede utilizar una S para referirse a algo no histórico, aunque tampoco creo que lo mío pueda hacerse acreedor inocente a una categoría así. Usted juzgará.
-No soy juez, una vez quise serlo pero soy demasiado sincero y me di cuenta que si dictaba mi tercera sentencia, probablemente mi iban a nombrar cardenal … sin opción a ser Papa por supuesto.
-Esta bien, comienzo con lo mío, pero permítame servirme un café mientras le comentó.
-Claro que si buen hombre, espere le digo a mi señora que le sirva uno …
(…)
-Perfecto, ahora si empiezo:
Recordará usted pues, aquella ocasión en que un grupo de amigos formó un equipo de fútbol profesional, parecía que iba a ser glorioso, tanto que ganó con sobra de méritos su primer campeonato, y eso que eran puros chiquilines esos jugadores, pero el corazón que ponían, usted no se puede imaginar … bueno, si lo puede, porque usted lo vio al igual que yo, aunque tengo perfecto conocimiento que usted hinchaba por los rojos … como todo en su vida … quizá lo poco que tenemos en común usted y yo, aunque obviamente menos en lo futbolístico, porque desde que los bujías descendieron decidí olvidarme del fútbol. Pero bueno, veo que se ha emocionado un poco …
-No, tranquilo buen hombre, quizá la expresión de mi mirada reprodujo algo de la nostalgia que emana de mi corazón, pero no se preocupe, la experiencia a uno no solo le genera las arrugas y las canas, sino también esa prudencia que la juventud no debería tener jamás. Pero siga usted.
-Verá, entre esos jóvenes esta Aristizabal, aquel amigo de años, tanto que parecía de guerras pasadas, de esos que a uno le pasan la alforja y la cantimplora, en los momentos más duros de la batalla. Ese amigo me invitó ese día a tomar unas cervezas. Yo para entonces trabajaba en la imprenta de Don Julio, que como usted recordará solo aparecía de improviso para cerciorarse de que todos trabajáramos … y claro, a vigilar las rentas y a pagarnos los sueldos. Don Julio era una buena persona, de mirada hostil, pero de manos francas. Bueno, la cuestión es que nos sentamos a tomar esas cervezas, un par quizá, porque pronto tendríamos que detenernos. Me conversó que minutos antes había fundado el equipo, al cual siempre acompañó, incluso cuando con lágrimas en los ojos tuvieron que cerrarlo por la crisis del 65’, ya sabe usted que grave fue esa hecatombe, pero no nos pongamos sentimentales, al menos no todavía, o al menos no por esas causas.
-Prosiga, aunque usted vea en mis ojos la lluvia de un ayer que quiere amanecer hoy, no se inquiete y continúe con su relato.
-Pues así lo haré. Hubimos conversado algunas cosas sobre el régimen, el gobierno, la escasez y la marcha del “ferrocarrilero”, como usted recordará eso fue todo un acontecimiento, hasta ahora no podemos imaginarnos como pudo ser …, así es la vida mi amigo. Pero bueno, así estábamos, y vale la pena aquí explicarle … bueno, recordarle que en esas épocas ver a una mujer entrar a una taberna o bar, pues, incluso hoy se ve raro, pero esas son cosas de viejos, hoy todo esta bien y cambalache se queda corto.
-Toda la razón buen hombre … permítame encenderme una pipa, me hace falta en estos momentos que abaten mi alma, pero por favor, no se detenga.
-No se preocupe, siga nomás, le pediría una para mi pero hace cuatro años dejé de fumar porque empecé a llorar mucho por las noches luego de hacerlo, usted comprenderá.
-Si si, le entiendo, pero yo todavía quiero tener mis domingos tristes.
-Bueno, continúo. Así entonces, como le decía, ver una dama entrar al lugar, era algo imposible, era como si Fernández decidiera renunciar al gobierno y nombrar a Peralta su reemplazo, usted ya sabe como eran esos berracos, pero para entender bien la situación.
-Tiene toda la razón buen hombre, y ya le contaré en otra ocasión como mi primera esposa la encontré y la perdí asimismo en una taberna … pero prosiga.
-Pues sentados estábamos, y ya habrá adivinado usted lo que sucedió. Yo estaba con la mirada en el piso y primero escuché dos tacos en el piso, y luego miré dos botas negras en las maderas viejas de ese sitio, que debo decir era de los más tradicionales pero a su vez de los más antiguos, por lo que usted podrá ya imaginarse lo desgastado de los maderos, aunque según me contaron años después habían sido traídos de Europa.
-Bueno, de Europa Europa, pues, medio dudoso, ya sabe buen hombre que los rumores eran la distracción de la época, así que bien podrían haber sido del bosque de robles de la calle Ulumina.
-Si si, es cierto, pero bueno, vamos al grano. Entraron las dos botas, un vestido negro, ajustado a la cintura, y sin más solo reparé en la mirada de la visitante. Profunda, desdeñosa; los ojos claros, nariz sutil, labios gruesos pero muy definidos. Si usted la hubiera visto de seguro se habría quedado hecho un hielo, no solo por la rareza de ver una mujer por esos lugares, sino por la belleza indescriptible que emanaba de esa figura femenina. Nadie reaccionó, y quizá menos aun por la presencia tan imponente, la seguridad y la firmeza de aquella dama.
-Yo puedo adivinar de quien me está hablando usted, pero por favor siga adelante.
-Está bien, creo que está claro, pero de todas maneras podrá usted perdonarme que no pronuncie su nombre, ya que juré ante su tumba nunca pronunciarlo.
-¿Estuvo usted en el grupo de los anarcos rojos?
-No lo puedo creer, así que usted también …
-Ahí estábamos los dos …, pero ya sabe que en el grupo nadie sabía nada de nada ni de nadie, era la política más severa … de hecho, la única política. Las historias con “la dama” son muchas, algunas son mitos, otras leyendas, la mayoría simples cuentos y esporádicamente verdades.
-Ella me dijo que solo había amado a dos hombres, y me imaginé que el retrato de su comedor era el otro, luego supe que era un simple adorno barato.
-Debe usted precisar el termino amor, porque ella pudo haber amado a muchos y a ninguno. --Yo le serví por dos años, durante 23 meses y 29 días, apenas me paraba a su lado a verla comer y luego a escuchar como tocaba el piano, solo el último día me permitió compartir una opera con ella, que empezó en el piano y terminó en el ático, nunca más la volví a ver.
-Yo estuve con ella dos veces, la primera se puso a llorar antes de que la besara, y la segunda me empezó a besar cuando terminé de llorar. La primera fue el amor simbólico de dos jóvenes viviendo su más agradable madurez; la segunda fue el amor profundo de dos personas maduras recordando una juventud no vivida. A las dos las añoro, pero a la primera la recuerdo con más nostalgia, porque fue en esa ocasión cuando sentí por vez primera el amor y la ternura por una mujer, y asimismo la sensación de vacío al saber que no la vería nunca más de esa manera.
-Estaba usted tomando las cervezas …
-Ella se acercó a nuestra mesa, no saludó si quiera, simplemente dejó la ceniza de su cigarro en el improvisado cenicero que allí teníamos, lleno de migajas de pipa de la noche anterior. Ni siquiera nos miró, como si fuéramos simple basura. Pero luego supe que nos miró mucho, pero que no quería tomarnos en cuenta porque le parecíamos estúpidos … sé en el fondo que eso era un pretexto, porque en el fondo, a pesar de todo, ella era muy tímida, y ese día no quería perder su firmeza con alguna incómoda mirada. Se acercó al tabernero y le entregó un papel, y este tabernero, luego de revisarlo, se acercó a nosotros y sin decir palabra, nos lo mostró. Mi compañero lo miró por dos segundo, y no quiso verlo más. Yo lo arrebaté de las manos del tabernero y me quedé examinándolo por varios minutos; a decir verdad, al principio, no entendí nada, y ya cuando me daba por vencido recordé algo …
-De la universidad, estoy completamente seguro.
-Si, así es mi amigo, aquel profesor de filosofía tan extraño, que un día apareció muerto debajo de un árbol, con frac y champán en una mano, que contaba historias lúgubres cada viernes y que decía que quienes un día las comprendieran sabrían toda su vida, pues a él recordé, y recordé una de sus clases, una de esas en que no se trata nada sobre la materia, pero que quedan en la mente para siempre. Eso recordé y me levanté de la mesa con el papel en mi mano. Me acerqué a “la dama”, le besé la mano, y la tomé del brazo con firmeza. Ella no se resistió; por el contrario, me siguió, aunque a la salida se soltó bruscamente no sin dejar de seguirme el paso. Caminamos cinco cuadras sin pronunciar palabra; yo con la cabeza gacha y ella, supongo, con la cabeza de frente a la media luna de esa despejada noche. Llegamos al edificio rojo y ahí la dejé en la puerta y me retiraba sin decir nada, pero ella solo dijo: “si se va, dentro de 40 años no tendrá historias que contar”. Entramos.
-Ahí estaba yo.
-Claro, a eso iba. Hoy al entrar aquí pude saber que era usted. Ya me habían dicho que tenía que venir para acá, pero quería verlo primero para estar seguro y ahora si lo estoy.
-Yo era apenas un joven aprendiz, bueno, si es “eso” era digno de aprendizaje.
-De todo se aprende algo.
-Pero no siempre de algo se aprende todo.
-Bueno, creo que aprendimos mucho de “eso”. La cuestión es que yo entré y ella me dejó, se adelantó y llegó hasta donde estaba usted. Ya sabía que no era usted el personaje, que simplemente era un disfraz.
-Si era yo.
-¿Era usted “él”?
-Si, siempre fui yo.
-¿Por qué no viajó con nosotros el año 63?
-Si viajé, pero nadie lo supo.
-Si supo usted lo del incendio …
-Me enteré por la correspondencia de doña Marta.
-Doña Marta murió en el incendio, ¿no lo supo usted?
-Doña Marta provocó ese incendio mi buen amigo, por orden mía.
-No lo puedo creer, pero … si, todo es tan claro, lo entiendo ahora si.
-No lo piense tanto, siempre las cosas tienen una causa insospechada.
-Bueno, solo le diré que ella no murió, nos dejó solo porque no quería comprometerse con nadie.
-Me lo imaginaba, pero ¿por qué está usted tan seguro?
-Ella me dijo que viniera.
-¿Habló usted con ella, dónde está?
-Murió hoy.
-¿Qué? Pero, ¿cómo fue?
-No debería preocuparse de esa manera, total, para nosotros ya estaba muerta hace años. Es como la amistad que desaparece por un viaje, ha muerto para nosotros, quizá viva para otros.
-Ella … ¿murió para nosotros y para los otros?
-Ella murió, y punto, nada más.
-Usted no entiende, no comprende lo que está diciendo, la gravedad de sus palabras.
-Ella murió, eso es todo.
-Solo le diré lo siguiente. Un sábado me desperté tarde, me había acostado tarde el viernes porque salí a caminar por el parque y me quedé escribiendo junto a un poste de luz mirando la neblina entre los árboles, imaginando que se trataba de una fiesta de fantasmas. Me desperté ese sábado, y la ví frente a mi. Parpadeé, y ya no estaba. Volví a cerrar los ojos, y escuché una voz, la de ella, diciéndome: un día te iré a buscar, pero no es el momento.
-Pues, quizá este es el momento entonces.
-Mire, hoy volví del almuerzo y me recibió mi señora con la noticia de que la de las cartas le avisó que moriría en esta semana, y quizá usted no comprenda, pero yo no creo ni pienso que luego de mi fin vaya a haber otro comienzo, simplemente me parece irracional.
-Yo pienso igual, pero solo le puedo decir que ella murió.
-Ella no murió, porque siempre estará viva en nuestros corazones y esa es la inmortalidad, pero estaba seguro que volvería a abrazarla.
-Yo tampoco la abracé cuando murió, porque yo la maté.
-Ya lo sabía, así que no espere más y haga lo que tiene que hacer.

1 comentario:

Ursus Andinus - IronGandho dijo...

Quien te busca siempre te encuentra...

Debo decir que lecturas como esta atrapan, espero que tu tesis y txtos legales tengan el mismo efecto (pasarasme una copia de tu tesis pa leer y nutrirme más en penal).

Un gran abrazo estimado, pasa muy bien.