lunes, 15 de junio de 2009

EL INTI RAYMI EN LA UNEAL



Un poco de lata:
En el colegio donde pasé mis años de adolescencia, épocas de alegría y de preocupaciones chéveres –no como las de ahora, que ya a uno le hacen pensar en las verdades inexistentes, los paradigmas desilusionantes y el relativismo carcomedor (*p.q.n.e.d.n.m.i) de dogmatismos y absolutos de donde anclarse- , siempre se acostumbra celebrar, ya al final del año lectivo, el famoso “Inti Raymi”. Como buen ex – alumno y ser humano nostálgico y melancólico, siempre me da gusto regresar a mis orígenes y, asistir, por décima segunda vez, a esta evento tan característico, emocional y de encuentro.
Un poco de historia:
El significado etimológico de Inti Raymi es “fiesta del sol”, aunque parecería que el astro rey gusta de integrar a sus celebraciones, conmemoraciones y festivales a todos sus compinches planetarios y climatológicos, pues siempre se da por llamar a la pomposa lluvia, al malcriado viento y a la citadina luna.
Es el Inti Raymi una ceremonia y una celebración de evidente origen indígena, y en ella se realzan las cosechas y los productos que nos brindan la tierra y la naturaleza. Se relaciona indeleblemente, y de ahí también su gran simbolismo, con el solsticio de verano.
Según cuenta la historia “…hace varios siglos las comunidades incas llegaban desde todas las partes, realizando largas travesías, cruzando ríos, montañas y páramos. Lo hacían enfrentándose a las adversidades de la naturaleza y el objetivo era precisamente concentrarse a orillas del lago Cuicocha y así rendir culto al sol. La difusión que se da a esta fiesta es grande y llega a todas las comunidades vecinas, convirtiéndose de esta manera en un gran acontecimiento” (http://www.edufuturo.com/educacion.php?c=463. Acceso: 15 de junio de 2009).

Un poco de mi colegio:
En el América Latina, como llamamos con cariño a mi colegio (antes con el acrónimo UNEAL hoy CEEAL), se celebra indistintamente y casi como tradición inderogable, el último día de clases, aun cuando no coincida con la fecha exacta de la celebración.
Cuando apenas había ingresado en primer curso, era realmente una fiesta entre compañeros y amigos del colegio, con los padres de familia y los profesores, en un ambiente familiar y acogedor, como si estuviésemos sentados en una pequeña alfombra de paja, divisando a lo lejos las estrellas y pasando mano por las humitas, los tamales y los canelazos. Pero el tiempo ha pasado y cada vez la familia ha ido creciendo como las mazorcas en los campos; y ahora, es un verdadero quilombo de alegría y creatividad, donde decenas de niños y niñas se arremolinan bajo el palo encebado a alentar a los momentáneos héroes que lo coronan y luego regalan a su público los oritos, las galletas o las cuerdas para saltar; mientras la banda de pueblo, sin parar, alegra los oídos de tantos invitados llenos de alborozo y sentimiento.


Así pues, ahora hay mucha gente en el colegio, muchísima para lo que éramos antes; y da orgullo ver crecer a aquello que nos vio crecer. Pero más satisfacción genera observar vivos a todos los valores que nos inculcaron, la solidaridad, la creatividad, el impulso a la imaginación, con todas las muestras artísticas de los jovencillos y jovencillas, con la trompeta, la guitarra, los teclados y sus voces lentamente educadas.


Así recordamos esta fiesta, con nostalgia los ya “mayorcitos”, viendo a los chicuelos, ya crecidos, con algo de temor pero también con esperanza; y, a las ya no tan chicuelas, con nerviosismo e interés escondido (jaja). En fin, los ex – alumnos a deleitarnos con el tostado, el choclo con queso y, por supuesto, los ya reseñados deliciosos tamales y apetitosas humitas, con una buena limonada. Tertuliando con los profesores, saludando a los otrora compañeros de fútboles y risas: en una sola palabra, compartiendo.
Y claro, las remembranzas de aquellas pancartas que, en aquellas clases antes del ansiado recreo, pintábamos sobre la cancha de básquet, con las imágenes del afamado “Diablo Huma”, o del simbólico “choclo”, quizá desbordando más imaginación que historicidad. Y claro, de aquel ya desaparecido pero siempre recordado, al menos para quienes todavía lo pudimos encontrar, para darle algún nombre, “Bargueñochoclo” o “bargueño gigante en forma de choclo” (jaja), con el cual nos divertíamos abriendo sus pequeños cajoncillos en forma de grano, para sacar, ávidos, los tostados o, aun mejor, “la caca de perro”, el manjar más apetecido y que literalmente se esfumaba en cuestión de minutos.
Acabada la comida, rumbo a las presentaciones artísticas, con los músicos, las bailarinas, los cánticos y las risas, los aplausos y el retumbar de los corazones soñadores. Ante el frió nocturno, un buen canelazo, en torno a cuyos “jarreros” se forman sendas e impacientes filas de manos heladas y paladares exigentes.
Pero al final viene lo más espectacular. Ya acabadas las presentaciones, salen por los aires los globos de papel y fuego, volando por lo alto buscando ilusiones perdidas o compañía en las galaxias más lejanas; quizá, queriendo encontrarse con la luna y sentir, aunque sea por reflejo, el calor de un sol esquivo, al que pretender consentir. Ya la noche bien entradita, sale la aclamada Vaca Loca. Encendida por todos sus flancos, con la pirotecnia al son de su caminar, empieza la persecución en la que todos corremos entusiasmados, queriendo evitar darle encuentro a la demencia vacuna, o bien por divertirnos y molestar a los amigos que se encuentran por ahí, como buenos escudos protectores. Y la Vaca corretea, y los demás nos acercamos con temor y afrentosamente, para luego huir despavoridos mientras gozamos de la alegría de un momento de abstracción.

Una poca de conclusión:
Así es el Inti Raymi en mi colegio, una fiesta lindísima, llena de simbolismo y espíritu, la solidaridad, el recuerdo de nuestro orígenes, el rescate de nuestras tradiciones. Sin duda, un momento para recordar, para, quizá, soltar luego unas lágrimas de nostalgia por recuerdos pasados pero dulces, como el sabor de la canela en un vasito caliente. Así, regresar de una tarde y noche de ilusiones, como para no olvidar lo que somos y lo que fuimos, y para agradecer al sol, a la luna, a la lluvia, a la tierra; a la naturaleza.

Acceso: 15 de junio de 2009:

*p.q.n.e.d.n.m.i: acrónimo que uso para significar: “palabra que no existe en el diccionario pero no me importa”, cuando parece que me hiciera el muy enciclopedista pero es pura burla lingüística; en adelante, para efectos de lectura más fluida y menos trabada, quedará en el simple nx.

2 comentarios:

Nando dijo...

Me has hecho recordar mi adolescencia, recuerdo que el Jesu nos quitaba las botellas de canelazo que metiamos de contrabando.

Otra celebracion hermosa en la UNEAL era el carnaval....

Ursus Andinus - IronGandho dijo...

Muy bonita reseña,...
Que interesante ese inti Raymi que celebran en tu cole.
Gracias por compartir la experiencia.
Que sigas asistiendo y no hay como recordar esos momentos de antaño... lo chévere que fue.

Un abrazo man