jueves, 14 de enero de 2010

BÚSQUEDA PERPETUA

Mientras pisaba unas hojas secas arremolinadas bajo un zigzag de enormes árboles verduzcos y otoñales, mis pensamientos despertaban de su profundo y aletargado descanso, para reparar un poco en las sutilezas de una naturaleza perpetua y sublime. Empecé a contemplar las altas copas de aquellos viejos eucaliptos, adornados por la suave presencia de los multicolores colibríes que se agitaban animosamente por entre las gruesas ramas de los verdes señores del bosque.


Mis piernas se adelantaron a mis órdenes y, como si solas quisieran saciar su curiosidad, empezaron a moverse una delante de la otra por un estrecho camino. Miraba al cielo, sin concentrarme demasiado en lo que delante de mí aparecía; no quería preocuparme por lo que me hacía entristecer o divagar; solamente deseaba dejarme llevar por el frío viento de ese invierno seco y perpetuo que inundaba las montañas de mi pequeña ciudad.


De repente, ante la sorpresa de mis ojos, me encontré abrumado por un silencio profundo. No era capaz de captar ni los más sonoros ruidos del bosque; todo era quietud y permanente silencio. Giré alrededor mío varias veces, con la pretensión de descubrir alguna explicación, algún sonido delator; pero nada, únicamente sorda parsimonia. Decidí entonces sentarme hasta percibir alguna mínima melodía, algún breve canto que inundara mis oídos.


Afortunadamente, no tardé mucho tiempo en empezar a escuchar la música que luego llenaría mi alma. Una suave voz inconfundible, que viajaba tímidamente atravesando troncos, hojas, ramas, pájaros y vientos; viajaba opacando otros sonidos, otros ruidos, otras canciones. Llenaba por completo todo el horizonte, no dejaba espacio para nada más; no era egoísmo, sin embargo; era plenitud, profundidad, era pureza y fuerza incontenible.


No pasó mucho tiempo hasta encontrarme frente a frente con la música de mis pensamientos. Por instantes, llegué a pensar que era yo mismo quien componía, en lo más profundo de mi ser, aquellas melodías llenas de altivez y pulcritud; plenas de sensaciones apasionantes y puras. Al cerrar y abrir los ojos en un instante de oscuridad y luminosidad encontrados, hallé tu mirada que hasta ahora retengo sin dudarlo. El aliento quizá lo perdí al momento de encontrarte, pero mis latidos continúan vivos gracias tu llegada.


Pero, ¿cuándo llegarás?

Imagen tomada de:
http://www.galeriade.com/pozuelo/data/media/7/bosque.jpg

No hay comentarios: